domingo, 15 de noviembre de 2009

El reemplazo

En el medio de una gripe que contraje acá y a la que terminé de dar forma con el aire acondicionado del micro, había que prepararnos para el viernes. Sí, el viernes se hacía una comilona acá (no digo mi casa, porque hace rato que ya no la es), a modo de celebrar con antelación el cumple de un amigo de mi pareja y mi cuñado. Lo que antes me habían dicho que era un lechón, resultó ser cordero, creo que jamás lo había probado; me rehusaba a hacerlo.
Acondicionamos nuestra pseudo casa, y comenzaron los preparativos. Cayó Se con Ma (los barbecuers), y tipo nochesita cayó Je, pero antes había llegado Ve, la novia de Ma. Y bueno, yo el saludo no te lo voy a negar, pero no estaba en mi mejor momento para hacer sociales. De hecho, no soy muy social últimamente. Y por ahí veo que asoma una bandeja, una grande por cierto, con un postre. Lo vi a lo lejos, mientras estaba con una de mis sobris en la compu, porque quería pintar no sé qué cosa. Como dije antes, cayó Je después, cosa que me entró a preocupar. O sea, no a preocupar en el sentido de que pueda ser algo grave... digamos, ¿qué hace acá la persona que me sacó el puesto de trabajo? Porque no me vengan a decir que ella no hizo nada...
Sigamos. Je de sociales con Ve, hablando seguramente de trivialidades varias (y yo que no tenía a ninguna de mis amigas cerca, ni Lu fue, porque su marido sí). Y como si fuera poco, A, V y V, los descendientes de Je. El demonio de Tasmania es como Heidi al lado de ellos. A ver: todo bien con los pibes, a mis sobrinas las adoro (más a Al que a Ab, porque la segunda casi ni me registra), los nenes de Ga, también son divinos; Sha es una dulce, a pesar de los padres que tiene, y podría seguir nombrando a unos cuantos...
Pero estos, no. No sé que me pasa; si hay una razón por la que cada día me separo de la idea de ser madre, son ellos. Son insoportables, caprichosos, lloran hasta por los codos, se flagelan entre sí, y la madre a veces ni se calienta. Y podría seguir diciendo todo lo que me molesta de ellos, podrán decir que son chicos (sí, son chicos, pero hay "chicos", y "chicos", y no todos son iguales), pero acá el tema es la madre. Hasta el día de hoy seguirá sosteniendo que no quería tomar el puesto para que no me enojara con ella. Patrañas. La cosa que como trabaja acá, se cree que esto es una guardería. Alfajorgito está de acuerdo con esto.
Y cuando llegó el gran pastel de cumpleaños, Ma lo enseñó con un orgullo ("mi novia lo hizo", se habrá dicho para sus adentros), y como pudo lo metió en el freezer.
Y me acordé cuando hacía las chocotortas, los bizcochuelos de cajita, los brownies (al segundo intento se me quemaron, y oficialmente deje de hacerlos)... Cuando hacía todo eso, era una genia, divina, capa total. Ahora que no hago nada, que perdí el sentido de "festejar", de celebrar cada día con algún dulce, nadie me mira. O más bien, me miran, pero de reojo y con rabia oculta, porque me revelé.
Alfajorgito me quiere dar un boleo en el orto (una patada en el culo, para los que no sepan). Sí, textuales palabras del desubicado de mi futuro no-suegro. Todo porque cuando le respondí el saludo, no me escuchó y quedó como que no lo quise saludar. Pedazo de pelotudo, apenas podía hablar con la garganta a la miseria.
Por un lado, me reemplazaron adelante, y por otro, me reemplazaron atrás. Adelante, en el local. Atrás, cuando llegó ese postre intimidante, que hacía que mis chocotortas se vieran como un poroto al lado de eso.
Y sí, lo probé. Empalagoso, con dulce de leche, mani acaramelado, y helado, y no sé que más. Anoche lo liquidamos con Ma. Mi Ma. No recuerdo a qué vino esto, pero él me dice: "...y fijate que tiene helado, y lo hizo ella". Y lo hizo ella. ¡Ella lo hizo!!
Ahora hay otra mujer, otra mujer para que Alfajorgito primero adore, y después odie.
Sólo espero que sea más inteligente que yo (ojo, que seré inocente, pero el marote todavía me carbura), en el sentido de la independencia. Que no cometa el mismo error que yo cometí, si lo de ellos es a largo plazo.
Lo mío no tiene arreglo. Es vivir el hoy lo mejor que pueda.
Con el dolor del alma, poco a poco me despido de este año. No quiero pensar que el año próximo pueda ser mejor... que sea, nomás.

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